No sé ni cómo empezar. Estoy confuso aún. Os cuento: acabo de leer un post en un blog que se titulaba “Ser madre es tener el corazón fuera del cuerpo” y que mostraba de foto de portada una pintura de una madre con los ojos cerrados y gesto dulce, que besaba la espalda de un bebé que tenía acostado en sus manos. Iba a dejar un comentario para aclarar algunas ideas que considero que están totalmente estereotipadas y que nada tienen que ver con ninguna visión biológica de la reproducción. Pero he pensado que estoy muy cansado del mes de trabajo que llevamos y de tantas malas noticias (innumerables feminicidios y violencias machistas), que me tienen con las pilas a mínimos porque trabajar con violencia de género es algo que desgasta, y que cada día desgasta más por la presión que ejerce el Patriarcado. Un Patriarcado que está reaccionando más fuerte que nunca a la lucha por la igualdad y contra la erradicación de la violencia. No voy a explicar más de eso, pues quien la lleva la entiende. Y sé que hay muchos compañeros y muchas compañeras que tienen verdadera militancia feminista y que están quemadas/os de la presión a la que se ven sometidas/os cada día. Pero es que he leído esto y no sabía en qué párrafo me iba a desmayar (había puesto vomitar, pero por ser fino… lo cambio).
El título, de por sí, ya me parece horrible… ¿Quién querría que su madre tuviese el corazón fuera de su cuerpo? ¿Eso es amar a tu madre? O sea, una madre tiene que dejar de ser humana (ya me dirás sino que significa tener el corazón fuera; pensar primero en los/las demás y dejarte a ti la última o ni eso y, etc., etc., etc. y puntos suspensivos y una larga lista de cosas más). Pues a mí me hubiese gustado que mi madre se hubiese amado más. Que se hubiese querido por encima de mi padre, de mis hermanas y de mí. Por encima de sus hermanos y hermanas, sobrinas y sobrinos. Incluso por encima de sus nietas. Que se hubiese amado suficientemente y que se hubiese amado bien. Para no permitir que yo u otras personas, consciente o inconscientemente la hubiésemos dañado. Para poder descubrir quién es ella misma. Para trazar el camino de quién quiere ser. Para tener sueños. Para luchar por sus sueños. La maternidad que la sociedad le enseñó a mi madre ha sido la del sacrificio, la abnegación, la del abandono al otro para cuidar, cuidar, cuidar… cuidar tanto, que incluso, sin saberlo, llega a hacer daño. Nadie le enseñó que dar mucho (amor), no es dar bien. A veces, dar bien (amor), es no dar. Pero eso, en esta sociedad, no es ser “buena madre”. Y su única intención, toda su vida, ha sido ser buena madre. Pero en nuestra sociedad, la madre que se ama a sí misma, no es buena madre… Qué raro, ¿no?
Millones y millones de euros invertidos mundialmente para que los seres humanos aprendan a amarse a sí mismos, como remedio para sanarse y cuidarse más. Libros y más libros. Cientos de terapias, religiones y dogmas que te dicen que ames al prójimo como a ti mismo/a. Que te quieras como una criatura de Dios. Y otras falacias…
Nos engañaron. Pero, sobre todo, os engañaron a vosotras, seáis o no mamás. Si sigues leyendo el texto al que me refiero, podrás darte cuenta que todo lo que no sea ser madre biológica, no está contemplado como esa maternidad ideal. Esa es la maternidad que nos han enseñado, que ha llegado hasta nuestros días, pero que esclaviza a las mujeres y, sobre todo, que las despersonaliza (las hace dejar de ser quienes son). Que os han enseñado a vosotras que no os podéis perder ni un momento de la vida de vuestra/o pequeña/o. Que si te pierdes algo, te arrepentirás. Y que hizo que los hombres, tuviésemos la ilusión justita (porque somos hombres y porque no parimos, y porque eso son cosas de mujeres, que ellas son las que saben…).
El fin último de una mujer no es engendrar… pero la larga tradición “judeocristiana y patriarcal” que arrastramos no lo tiene más que justificado… Y hacen que las niñas sueñen con ser madres algún día. Y hacen que las mujeres que no pueden embarazarse (no encuentro la forma correcta de decirlo sin que la mujer resulte un objeto, lo siento, todavía estoy deconstruyendo mi masculinidad heteropatriarcal) … como iba diciendo, hace que muchas mujeres que no pueden tener hijas/os de forma “natural” (qué asco de palabra) se sientan mal o se sientan menos mujeres… Y que incluso haya algunas que quieran ser madres, no puedan, y se nieguen a adoptar porque eso no es lo mismo… Como veréis en todo este debate los hombres estamos ausentes: qué listo este Patriarcado que ha pensado en todo y así nosotros no tenemos responsabilidad.
Y soy parte del problema. Soy consciente de que muchas veces me he equivocado con mi madre. Que no he sabido entender que, con ese estilo típico de maternidad, mi madre se estaba dañando… Y que me estaba dañando a mí y no me daba cuenta… Pero ahora que me doy cuenta, y sé que su intención positiva es cuidar de mí y amarme, me cuesta encontrar un nexo de unión con ella. Y digo esto sobre mí, porque lo veo día a día en las mujeres con las que comparto el mundo. Sin darse cuenta me relatan una realidad de la que cada día soy más consciente, de la que soy responsable como ser humano que soy, y que cada día intoxica más y más la relaciones y hace que las madres, dejen de ser personas.
Y a todo esto… 5 años de carrera estudiando persun, persona, personae… y en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española no se da ni una definición de lo que es ser “persona”. Son definiciones anodinas o genéricas, pero nada que alguien pueda leer y hacerse una idea. Eso sí, su definición por parte de la iglesia la trae:
- f. Rel. En la doctrina cristiana, el Padre, el Hijo o el Espíritu Santo, consideradas tres personasdistintas con una misma esencia.
Fin. No tengo nada más que añadir a este respecto.
Pero volviendo a la noticia que me inspiró este texto, en su primera línea decía que ser madre “es un arte que no se enseña en los colegios, no se hereda ni se aprende en los libros”. Sino que es algo que “se siente, nace y aparece como una coraza que te embiste y te da tantas fuerzas, que nunca habías creído que poseías en tu interior”. Ah… que no se aprende… pues me vienen a la mente dos reflexiones:
- Si no se aprende, ser madre es dañino para la mujer, por todas las connotaciones negativas que tiene. En comparación con la paternidad en el hombre, y siendo biopsicosocialmente estrictas/os “ser madre, no compensa”. Insisto, me refiero a “biopsicosocialmente”, no a la idea maravillosa, mágica y fantasiosa que la cultura nos ha metido en la cabeza en esta sociedad.
- Si no se aprende, habéis tenido muy mala suerte. Porque no aquellas cosas dañinas para vosotras y dañinas para los y las demás no se podrán cambiar. Según el artículo porque son innatas.
Obviamente, habrás captado que considero que la maternidad tiene una parte de instinto, pues en la base de todo están las emociones y eso tiene mucho que ver con la parte más antigua de nuestro cerebro (la que tenemos en común con otras especies: el cerebro reptiliano); y también tiene una parte de aprendizaje, es decir, que nos han enseñado una forma de ser madres que se ha extendido en la sociedad, generación tras generación (con variaciones de unas culturas a otras).
En otros párrafos del texto se puede leer: “Cuando la mujer sostiene a su hijo en brazos establece en ocasiones pequeños pactos entre su niño y ella. En voz baja, y casi entre susurros, promete hacer lo posible por convertirlo en una persona feliz, por protegerlo de todo mal y por apoyarlo cada día de su vida en cada ocasión”. ¿Tenéis los ojos como platos? O ¿todo esto os parece normal? A la mayoría le parecerá una cursilada la mar de mona, pero cierta. Para mí esto es una gran mentira. Nos han dicho que eso es posible, pero eso implica varios costes que te harán no cumplir el plazo a largo plazo:
- Planificas una vida (que no es tuya) para alguien (que no eres tú), por lo que lo más probable es que entréis en conflicto en el futuro, en el momento real de afrontar cada día y las pequeñas o grandes decisiones. Porque tú tenías unos planes para tu hija o para tu hijo, y ella o él tienen los suyos, como debe de ser.
- La felicidad está más que demostrada y estudiada aquí, en América, en Asia, en todas partes, que es algo que sólo depende de la persona. La felicidad es algo del “interior” de la persona. Por lo tanto, por mucho que pretendas que tu hija o tu hijo sean felices, ya te digo yo que no estará en tu mano. Y que cualquier cosa de la vida cotidiana (una discusión con alguien, un despido, una separación, un comentario, una enfermedad, etc.) hará que tu hijo o tu hija no sean felices durante un periodo de tiempo. Es más, puede que estés involucrada (según la teoría clásica de la maternidad que nos han impuesto) en su infelicidad: porque sientan que les fiscalizas todo, que eres pesada, etc. Sea como fuere, la felicidad no es una constante en la vida, ni es un nirvana que alcanzar. Por lo tanto, si tu misión es que sean felices, te sentirás mal muchas veces, por cosas que “no son tuyas”, sino de tu hijo o de tu hija. Es mejor centrarse en la propia felicidad, por dos motivos: uno, porque así tú estarás bien y eso les hará sentirse mejor; y dos, porque es la única forma de enseñarles como ser felices (recuerda que tu hijo y tu hija aprenderán casi todo de ti y de su padre, o de su padre y de su otro padre, o de su madre y de su otra madre).
- Proteger de todo mal, al igual que en el caso de la felicidad infinita y omnipresente, es imposible. Y, además, ¿quién quiere proteger a su hijo o a su hija de todo mal? ¡Ah, sí! La maternidad (y a veces la paternidad) que nos han inculcado. Yo lo veo un error. Yo creo que lo mejor es enseñar a tu hija o tu hijo a aprender a disfrutar las cosas de la vida, a aprovechar todas las oportunidades de crecimiento que tengan en su camino, pero también a enfrentarse a los problemas confiando en sus recursos personales o en su capacidad para buscar los recursos que necesite para resolver cualquier situación conflictiva. Nos han enseñado a colmar de peces y dar una vida fácil a los hijos y a las hijas, pero no a pescar. Eso derivará seguro en una dependencia: por eso, cuando tenemos un problema que creemos que nos supera, recurrimos a nuestro padre o a nuestra madre (perdón, si muchas veces me centro en el modelo heterosexual, es la costumbre de esta cultura machista que todavía me estoy quitando).
- Y de la última parte de la frase una aclaración: apoyar no es sinónimo de ayudar. Apoyar es dar confianza o acompañar, ayudar es hacerlo por la otra persona. Y tampoco es un cheque en blanco, es decir, todo vale. Si tu hija o tu hijo se meten en un negocio, tienes todo el derecho del mundo (incluso, yo diría el “deber” contigo misma) de no quedarte sin ahorros, sin casa… Puedes apoyar anímicamente y no ayuda: sobre todo si no te convence o no te apetece (aunque una voz dentro de ti te haga sentir culpable porque te han enseñado que ser buena madre es hacer “de perdidos al río”. Recuerda, dar bien, no es dar mucho. A veces dar bien, es no dar.
Me he extendido con estas aclaraciones porque el texto continúa diciendo que “tu corazón se ha hecho de pronto más grande y con él tu capacidad de amar. (…) es un amor tan poderoso, que te hará perdonar lo que otros no perdonan”. ¿Perdona? ¿Está queriendo decir que el amor todo lo puede? O peor aún ¿que perdonarás cualquier marranada que te hagan? Pues no sé yo… Menudo plan llevamos… Una cosa es que conectar con tus emociones, amarte a ti misma, y en función de eso amar a otra persona, y ser capaz de liberar de dentro de ti el resentimiento por cosas que ya han pasado que te hicieron daño; y otra cosa muy distinta es, poner mejilla tras mejilla hasta que te echen los dientes abajo (entiéndase como una metáfora, no como algo literal). Me parece que la persona que ha escrito el texto, haciéndose eco de “creencias” muy extendidas en la sociedad sobre la maternidad y sus beneficios en las mujeres, plantea un panorama poco o no nada saludable. No todo vale, ni a cualquier precio.
Pero la sociedad dice que la capacidad de amar de las madres es “ilimitada” y “poderosa”, por eso continúa diciendo que “no importarán las noches en vela, todas esas horas atendiéndolos los días en que están enfermos, en que te reclaman porque temen a la oscuridad…”. Si importan, si tienen valor y si tienen coste. No conozco a ninguna madre que no haya estado cansada, harta, enfadada, se haya olvidado de sus necesidades, etc. durante algún momento en la última semana. Y lo que más me duele es que lo he visto en mi madre. La he visto envejecer, enfermar o no poder más, de las tantas cargas que su rol de mujer, esposa, madre, abuela y trabajadora le suponían y le suponen. Y yo, como otros hijos y otras hijas he colaborado a ello en muchos momentos. He exigido amor, en la medida en que la sociedad me dijo lo que era ser una buena madre. Pero eso no era ser buena madre, ni era ser un buen hijo. La sociedad no nos enseña a amarnos a nosotras/os mismas/os. Y cuando no te amas, no amas bien a la otra persona. Aunque sea tu hijo o tu hija. Aunque sea tu madre o tu padre. Y darse cuenta, tomar conciencia, reconocerlo, verlo, es el principal paso para darle solución. Ser madre o ser padre, al contrario de lo que dice el artículo al que me vengo refiriendo todo el tiempo, no “siempre merecerá la pena”. No. Y quien diga lo contrario, miente… o se miente, que es peor.
Y de todo esto se dan cuenta, aquellas madres y aquellos padres que reciben violencia por parte de sus hijos e hijas. O ¿qué tenéis que decir a los casos que se conocen, como en “Hermano Mayor”? Yo he atendido en consulta a mujeres que habían sido amenazadas por su hijo o por su hija (muy mayores en algunos casos, no chavales ni chavales), o que incluso les habían agredido físicamente. Casos en los que la situación era insostenible. ¿Todo vale? Pues a esas madres les resulta imposible desvincularse de ese hijo o de esa hija. Se sienten culpables, malas madres. Se sienten obligadas a aguantar. Claro, es que el artículo en cuestión dice que “ser madre es estar ligada a tus hijos por un hilo invisible que no se puede arrancar. Es como quien intenta llevarse una flor, al hacerlo, molesta a una estrella…”. Por muy bonita que te parezca la frase, ese hilo que la sociedad entiende que une a la madre con su hijo o su hija, es el hilo que puede acabar con su vida si no lo cortan. Hay que tener mucho cuidado con las cosas que vendemos, como si todo fuera maravilloso. Porque cuando hablamos de “ser madre”, hablamos de las características prototípicas y estereotipadas que se asignan socialmente al rol de la reproducción. Es palabras más sencillas, que hablar de ser madre es recordar e interiorizar un ideal de maternidad que pocas veces (yo diría que nunca) se cumple. Puesto que todas las personas son distintas, puesto que la diversidad de las mujeres es tal, también lo es así su maternidad. Y en todo caso, deberíamos de comenzar a definir lo que es una maternidad sana y lo que es una maternidad insana. Y por supuesto, hablar de lo que es una paternidad sana y una paternidad insana. Porque ahora mismo, los modelos imperantes son los insanos, no los sanos. Y a la vista está.
Sorprendentemente, en mitad del artículo, la persona que escribe menciona otro artículo, de una compañera suya, titulado “la mejor herencia de una madre a sus hijos es haberse sanado como mujer”. Artículo que leí en su momento y con el que estaba de acuerdo en muchas cosas. Nada que ver con el artículo que os estoy contando hoy. Y un poco más abajo dice que sería adecuado establecer “lazos afectivos que no juzgan, que no someten, lazos que arropan y atienden”. Pero eso no es lo que hemos ido viendo hasta ahora. Y eso es lo que ocurre en la sociedad: hay un cacao mental entre un ideal de madre, que tienen un gran nivel de exigencia, que es inalcanzable con las herramientas que se entienden que se tienen para ello.
No quiero sonar a paternalista (aunque sé que es posible que lo haga por la construcción masculina machista que aún queda en mí). Y quiero aclarar también que el tono irónico no es contra las mujeres, en general, ni contras las madres en particular, ni contra los hombres. El tono irónico es contra el sistema Patriarcal en que vivimos. Una crítica y una autocrítica a ese modelo que llevamos pegado como chapapote y que cuesta trabajo quitarse.
Entiendo la intención positiva de la persona que escribe. Entiendo que quiere dar valor a la maternidad. Pero yo me pregunto: ¿a qué maternidad? ¿A la sana o a la insana?
NOTA: si has llegado hasta aquí, gracias. Gracias por querer conocer mi opinión. Mi intención positiva, por mi trabajo con mujeres que sufren violencia de género, y por mi formación en igualdad, es señalar que siguen preponderando en nuestra sociedad ideas arcaicas sobre las mujeres y la maternidad. Y hacer notar una realidad que vivo día a día en consulta y que está muy extendida en la sociedad gracias a los medios de comunicación. Lo ideal, sería que cada mujer tuviese la capacidad para elegir, 100% libre, el tipo de maternidad que quiere ejercer, libre de culpa, de obligaciones a cualquier precio y sobre todo sin dejar de ser persona, sin dejar de ser mujer. Siento si he cometido errores propios del Patriarcado que como hombre todavía están dentro de mi (algunos los menciono, otros seguramente ni me habré dado cuenta). Pero yo también estoy en mi camino de transformación hacia una nueva masculinidad, de la que no hay mucho escrito.
NOTA 2: Si no te lo has leído hasta el final y me criticas, de nada habrá servido. Ni para ti, ni para mí. Es mejor conocer algo, antes de opinar sobre ello.
¡AMOR PROPIO SANO PARA TODAS Y PARA TODOS!